Lo que pudo contarme - ADRIANA MORAGUES

Conocí a Adriana Moragues y a Dalí en 2019 en la calle de la Esperanza de Madrid. Me abrieron el portal de manera apresurada mientras subía mi mudanza para quedarme en Madrid unos cuantos meses. En esos meses compartimos tés, partidas de ajedrez, playlists películas y series de llorar. Ahora estamos en Sevilla, después de un año sin vernos la cara más allá de las pantallas. Nos encontramos en nuestra ciudad, de vuelta a casa y tomando café. 

Dalí también viene, creo que Adriana tiene el perro más bueno e intelectual que puede existir en la tierra. Le llevo su guitalele, la última vez que la vi me lo dejó para intentar sacar algunos acordes después de unas clases express de guitarra con mucha lucha. Ahora estamos en la calle Amparo, creo que las calles nos persiguen y nos chivan el futuro.

Nos ponemos al día con cosas de la vida que suele ser lo menos diario, y vuelvo a escuchar su historia, esta vez desde un sofá que no es el de casa. 

-"¿Cómo empieza todo esto?, esto de la música" - comienzo


-“Yo estaba estudiando ingeniería” - Ríe con esa risa despreocupada y fresca que anticipa una serie de imprevistos lleno de magia.

Adriana me contó una vez que había aprendido a tocar la guitarra de manera autodidacta, en casa y con una adolescencia  que ya marcaba un buen cajón de intensidades. Ella estudiaba ingeniería y le gustaba escribir, me cuenta que sin responsabilidad ni profundidades.  Alguien le dijo una vez que sus canciones saldrían a  la luz si las cantaba, así que de esa casi accidentada manera comienza a cantar para ponerle voz a las historias que salían del papel y las cuerdas. 

En Sevilla, se mete en toda la movida de cantautores/as y poetas que vestían la ciudad en La Estación, La Carbonería o La Sala.

“A mi me encantaba ir por allí, y quedarme. Quedarme después, cuando todo acababa viendo si era capaz de sacar canciones a guitarra” 


Sé que a La Moragues cuando se le mete algo en la cabeza, lo saca. Así que las guitarras y sus músicas salieron. 


“Mientras estudiaba ingeniería, salió una gira de cantautores donde entré, estaba entre ellos Muerdo o Rozalén. Después de esos días de aquí para allá, con noches de allí y de allá decidí que quería hacer eso.”- Dice la cantautora ingeniera

Adriana abandona la ingeniería casi en la recta final y se pone a trabajar en bares de verano para mudarse a Madrid con unos inocentes mil euros en el bolsillo y comenzar una nueva vida. La nueva vida comenzó con sus canciones y letras abriéndose paso en bares, cafés y pequeñas salas. 

“Yo iba a tocar a un bar, me pedía una cerveza que me tenía que durar toda la noche”- Se ríe de nuevo


Una vez más se confirma que los mejores contratos se firman en servilletas y posavasos de Mahou con bares semi vacíos y  esta vez a sorbos de cerveza caliente recordando que no tienes ni un duro. Como decía Drexler : “¡Bendita servilletas de los bares!”


Siguieron las letras y los acordes, las cervezas de barra y ritmos con otros artistas. Continuaron aún más, tanto que viaja a Sudamérica cantando sus canciones y todo va deprisa y ganando espacio.


“Después de esa gira en Latinoamérica me di cuenta que estaba viviendo el sueño de otra persona. A mi me gustaba cantar, pero lo que me encantaba verdaderamente es componer, escribir canciones para que otras personas la cantaran”- Confiesa

Hablamos de la pasión y me dice que cree que una de las cosas por las que navega mejor es porque la música no es su pasión. La miro como diciendo: “¿Qué dices Adri?”

“A mi me encanta la música, pero yo podría trabajar en una papelería y ser feliz escribiendo mis canciones. Yo me puedo pegar horas con las canciones pero no me obsesiono con ello”

Dispongo que ahí reside la pasión, esa pasión libre y sin responsabilidad que es la que acompaña a todo un camino de éxito. Esa frescura, y ferviente creencia en la música pero sin presión de aparecer en un escenario creo que es lo que ha hecho que Adriana Moragues brille por donde pasa sin ser una estrella de escena o programas televisivos. La música la sostiene, de eso estoy segura. La he escuchado entre acordes nocturnos a horas que sólo los que entienden de no horarios comprenden y comparten. Es meticulosa y pasional y su música es un reflejo de todo ello. 

La primera vez que la oí cantar fue en el Libertad 8, acompañada de Manu Míguez en el teclado. La intimidad que genera Adriana y la delicadeza con la que acaricia cada palabra que ha escrito hace de ese lugar el mejor estadio olímpico. Se pone nerviosa en escena, siempre lo dice, lo dice también su melena en la cara y las miradas cómplices que tiene con Manu. 

“Yo soy muy feliz escribiendo, componiendo. Ahora que trabajo en Sony creo que estoy viviendo el sueño por el que fui a Madrid. Escribir para otros artistas”.


A mi en estos momentos se me pone la piel de gallina y pienso en su tema “Entre bambalinas”. Ella es feliz entre bambalinas, observando y dando luz, observando el movimiento del otro. 

Ahora yo, como observadora, reviso las cosas que ha hecho Adriana y le pregunto:

-"¿Hay algo que quieras que no hayas hecho?"

Se queda pensativa y dice tajantemente:

“No. Verdaderamente no. He pintado, he vendido mis pinturas para sacar dinero, he viajado por Sudamérica, he cantado, he escrito… He escrito un libro y ahora estoy componiendo para otros.”

Yo sonrío porque hago de notaria ante este momento y doy fe. No he conocido cada paso de su carrera pero si conozco que es una persona con pasión y que hace lo que nace porque no podría ser de otra manera. Adriana no se ata, prueba, juega y gana.

Adriana pasa de escribir canciones a escribir su primera novela tras la propuesta de una editorial.  Nuevo reto para la chica que vive las cosas hasta el final y esta aventura era otro mundo que descubrir. Su primera novela “Lo que no pude contarte” es un paseo por la vida de una cantautora que aterriza buscando el vuelo en una ciudad. Un personaje de una chica que busca en Madrid un sitio donde hacerse hueco con la música, que toca en el metro y se enfrenta a los miedos que vivimos los artistas.

No sé cuánto de biográfico tiene esta novela, tampoco he querido saberlo, porque creo que el mundo es más mágico cuando guardamos cosas que decir, pero he paseado con Adriana por Preciados y la Línea 3 y le he visto pagar el talento con alguna moneda a cada cantautor/a  que concierta entre Bershka y Mango. Siento que Moragues ha volado todo lo que ha querido, o al menos lo que le ha ido apeteciendo porque cree en las ganas y escucha su creencia.


-"¿Sabes soltar?"- implosiono


-“Sé soltar en todo, menos en el amor”. Nos reímos y recuerdo las intensidades de charlas de salón. 


-“Ahí, soy mucho de quedarme que de soltar, me quedo colgada en muchas cosas”- Dice 

Como respaldo a ello, intento excusar en que se trata de las patologías artísticas que muchas veces tenemos. Creo que es algo con lo que debemos convivir. Como buena intensa le pregunto:

-"¿Qué pasa cuando se tocan esas canciones que recuerdan a esa persona después de un tiempo pasado?"- Pregunto de nuevo.


-“Mira, yo creo que es como un edificio con muchas ventanitas. Yo me imagino como un edificio lleno de ventanas con luces. Estás ahí tocando y abres ventanas y sale la luz, salen las emociones o momentos y después de tocar las cierras para que el edificio continúe” Siento que le ha entrado su parte ingeniería para salvarla de su arte. 

“El problema es cuando no se cierra bien”- Se ríe, me río y confirmo que hay cosas que no somos capaces de soltar y en cierto modo, a veces creo que es bueno. 

Pienso muchas veces en eso últimamente: ¿Cuántas canciones nos recuerdan a alguien? ¿Cuántas canciones tienen nuestro nombre? ¿Cuántas canciones nos pertenecen aún cuando esas personas ya no?

Siento que las ventanas se abren y llenan de luz casi sin advertencia ni permiso cuando la playlist te aborda en el coche, en una tienda o un espectáculo. Y en el fondo, doy las gracias porque algo reside y no se borra, se transforma en luces de edificios. Ninguna canción ya no será igual porque ya nada lo es. 

Comparto estos pensamientos con Adriana y me dice: “Es que la canción es lo único que te queda ese momento que pasó, es lo único que puedes volver a vivir”

Auch.

Después de esta sutura de vida, vuelvo a mirar la calle Amparo y le pregunto por su vuelta a Sevilla.

“Tenía ganas de volver a casa, eran más de diez años fuera y echaba de menos muchas de las cosas que te da Sevilla” - Comenta

Ahora Adriana ha vuelto a casa, seguro que con mil canciones que le recuerdan todos los años que ha pasado entre Madrid y el mundo, cantando o hablando de su novela junto con profesionales como Luis García Montero, Benjamín Prado o Elvira Sastre. Ahora viene con ganas de estar en casa, de componer desde aquí, de escribir. Viaja a Madrid para seguir trabajando en una escuela, para seguir componiendo en estudios para otros artistas y escribe sus próximos proyectos literarios desde casa, desde un sitio que siente como suyo con un ritmo que va acorde a la intimidad de su guitarra. 

-"¿A quién querrías componerle?" - Otra preguntita

Piensa, piensa mucho. Le cuesta. Finalmente consigo sacarle que le gustaría componer  a medias una canción con el maestro Sabina y que Rozalén la cantara. Siento que Adriana ama la palabra y que es feliz con aquel o aquella que sepa darle voz al significado real de lo que escribe.  

Ha vivido mucho Madrid, la noche, la mañana y la tarde. Ha tocado con artistas, ha cantado con público, sin público y ha cantado en bares abiertos y cerrados, con artistas a los que admira y escuchaba en su discman (por favor, hagan el discwoman ya) Creo que Madrid le ha dado todas esas historias que transcribir a la guitarra y cantar con libertad y verdad. 

Adriana es un mundo donde perderse, atrevida y vulnerable. Creo que la música la abraza y la hace inmensa. No tiene prejuicios, su Spotify es un rompecabezas musical, habita allá donde va con todo lo que tiene y dejando huella en lo que hace. Descubre y hace descubrir y creo que ahí reside la música que todas necesitamos escuchar. Una música personal, que sale del artista que no espera un foco de luz sino que es capaz de abrir sus ventanas, sus heridas, para iluminar sus historias, que siempre son las de todxs.                 

                                                                                                                                            -Nieve Castro @nievcas

Principios de abril con Adriana en el Gallo Rojo











 




Comentarios

Entradas populares