Aullando, bailando, y jugando la escena-ISABEL VÁZQUEZ

He vuelto, como las oscuras golondrinas o seguía aquí como todas las mujeres de marzo. Vuelvo a ladrar y parece que hubiera olvidado eso de aullar juntas en este parón. Ale y yo hemos respirado en el río y cogido aire para perrear juntos. Caminamos por la calle Feria y siento el corazón como una locomotora y no sé si son las secuelas post covid, el abrazo de un amigo en una librería de camino al encuentro o los nervios de volver. 

Abrazo a Gonzalo en el Gusanito Lector y le digo:

-Me voy que tengo canne de perro 
- ¿Con quién? ¿Se puede preguntar?
- Con Isabel Vázquez 
-Ay, qué ganas

¡Qué ganas! Pienso yo. Vuelvo a ladrar y con una creadora.

Nos citamos en Los Alcázares pero los toques de queda se adelantan en este templo de madera roja. El camarero casi sin tregua ni pasión por la vida nos dice a Ale y a mi, que cierra a las 16.30h. Solo le veo los ojos pero averiguo que la vida le pasa por encima y que es incapaz de luchar contra horarios restrictivos.

Llega Isabel y nos vamos al Mamá Inés, allí Ahrdí para encontrarme con Andrés y me encanta volver a estar en ese sitio, en otra mesa y con la misma esencia y nervios.

Hace no mucho también me senté con Isabel, pero esta vez en un coche mientras miraba la carretera controlando el movimiento. Y es en este resistente Xsara Picasso donde salen esas conversaciones de vida que avalan los mejores Blablacar. Entre carreteras asfaltadas y despistes de radares, comienzo a conocer los inicios de esta bailarina sevillana.
Una niña que se cría bajo el alegato de la Velasco de “mamá, quiero ser artista”. Isabel me cuenta que siempre sintió inquietud y ganas de mover, de crear y que recuerda a su tía señalando una marca en la pared diciéndole: “Cuando llegues aquí, podrás ser artista” 

Creo que Isabel se saltó todas las medidas y empezó a construir esta artista en cada zancada cantando su propia versión de Concha. Me cuenta que comenzó a bailar lo que se considera "tarde" y una vez más, me alegra ver a gente reírse de los tiempos. Comienza en escuelas de Sevilla su formación como bailarina y un día, en una de esas veces que no esperas mucho pero llega todo, asiste a una prueba para La Cuadra, la compañía de Salvador Távora. Sin saber muy bien cómo va todo eso ser artista, entra en la compañía para hacer “Crónica de una muerte anunciada” estrenando en Broadway. 

Isabel riendo me cuenta que se queda a cuadros cuando se entera del estreno. Me habla de gira internacional durante dos años, de teatros suntuosos, de público magistral, celebraciones en rascacielos... y en este momento me parece ver la segunda parte de La La Land.

“Yo creía que eso era lo normal” Ríe de nuevo mientras averiguo su enorme carcajada tras la mascarilla y sin dejar de mirar la carretera.

“Era lo primero que hacía y estaba estrenando en Broadway, pensé que esto sería lo normal, todo era nuevo para mí” - Isabel ríe mirando a la Isabel de los diecipocos años.

Después del sueño americano se topa con la realidad. Una Expo 92 donde se uniforma de botella de Coca-cola esperando que el sol sea menos cruel y el verano quizás más corto. Aquí también ríe.

Ahora le puedo ver la sonrisa, estoy frente a ella con café en mano y dispuesta a seguir ese viaje en coche pero ahora cara a cara. Entramos en materia formal, dentro de las informalidades. Hablamos de si el bailarín/a es cuadriculado. Niega tajantemente 

“El bailarín no es cuadriculado, es disciplinado. Sin disciplina no sería capaz de aguantar todo lo que viene” - Y todo lo que no viene, pienso también. 

“Es una necesidad, necesita ser disciplinado para todo lo que le espera, para que su cuerpo soporte y aguante” Siento que habla física y mentalmente. 

Isabel cree en el intérprete, en el bailarín/a intérprete. Piensa mucho en conjunto, en un artista creador. Aquí hablamos sobre cómo los géneros se están decodificando, cómo es la maravilla de ver formatos híbridos, ver a INTÉRPRETES, esos intérpretes que pueden ser bailarines, actores o cantantes. 

-"¿Crees que se estudia muy paralelamente?"- Pregunto

-“Sí, yo creo que en toda escuela de danza debería existir clases de interpretación.” -Contesta

Apoyo la propuesta y comentamos con ilusión el intérprete conectado a la palabra muda o no, el intérprete conectado a una mirada, a un público, a una historia. El intérprete interpretando en diferentes formas. Sin tanto, pero conteniendo todo. (Reto enorme a la par que disciplinado, pienso) Isabel cree firmemente en la palabra, le apasiona. Catalogar sus espectáculos únicamente de danza sería simplificar el acto escénico y ver sólo una parte de esta creadora. 

“Creo de una manera muy intuitiva, no soy nada analítica. Yo aún no sé si tengo un método de creación. Me gusta nutrirme de lo que me dan los intérpretes. Tengo una idea y me gusta escuchar sus vivencias, sus puntos de vista”

Me cuenta que se mete en el estudio, y comienza a partir de un movimiento, una palabra. Investiga, escucha, busca, rebusca, teclear en Youtube, pregunta y sabe observar y ahí, nace la creación. Siento que tiene un método, no de manual, no de teoría, sino de los que pasan por la piel y ponen a prueba las palabras y los cuerpos. 

Su parte creadora empieza a desarrollarla de una manera más consciente cuando entra como profesora en el Centro Andaluz de Danza dirigiendo talleres de creación. En los talleres con chicos y chicas aparecen ideas y creaciones que siempre había querido trabajar

“Los Malboro nace de trabajar en un taller. Yo quería reflexionar sobre los comportamientos tóxicos de los hombres, ver de dónde venían y de ahí, del aula pasó a la escena.” 

La Maldición de los hombres Malboro es un espectáculo que nace en un incrédulo afán de retirarse de la danza. 

“Mi espectáculo Hora de cierre lo hacía como despedida, como forma de despedirme del escenario como bailarina”- Me cuenta Isabel

Isabel Vázquez baila Last Dance sonriendo a una carrera como bailarina cuando su cuerpo se resiente y sintiendo que la habían jubilado, me dice. 
Esta hora de cierre era su hasta luego al escenario pero como no quería irse, nace La Maldición de los hombres Malboro, ahora desde otro lugar, desde la dirección y creación pero con la misma pulsión con la que se mueve en escena. 
Desde que estrenan en Itálica en 2017 y hasta ahora, los chicos Malboro siguen llenando los escenarios de colores, vulnerabilidad y reflexión sobre las masculinidades. 

 "¿Tus espectáculos siempre están teñidos de un tono cómico?"

-"Si, me gusta inspirarme en muchas cosas. Me han catalogado mil veces de la bailarina elegante. En mis creaciones también me gusta mostrar otras partes de mi”

Yo noto que Isabel es "disfrutona", divertida. Le gusta pasarlo bien y eso me parece clave y generoso. Isabel juega y creo que es lo que dota de personalidad sus espectáculos. Ahora, como buena jugadora y eterna soñadora escénica, vuelve a subirse a un escenario como bailarina e intérprete sin hora de cierre ni toque de queda. Isabel trabaja dentro del espectáculo P de Partida de Raquel Madrid. 

 "¡Me lo he pasado tan bien!"- dice con esa sonrisa Chaplinera

Acaba de resumir en una sola frase y gesto el porqué de esto que hacemos. Me cuenta la de imprevistos que han tenido que solventar durante el proceso de este P de Partida y veo que acabamos de hacer metateatro, metadanza ¿metavida? Este espectáculo es una forma de volver a ese punto inicial, a tentar a la suerte, a sobrevivir en escena con mujeres que sacan espectáculos en plenas pandemias y creyendo en lo que hacen. Ahora Arturo Parilla, Raquel Madrid, Isabel Vázquez y Anna Paris se encuentran partiendo en diferentes ciudades y solo quiero que esos puntos de partida nunca cesen. 

Después de Los Malboro, Isabel Vázquez está a punto de entrar de lleno en su nuevo espectáculo con ese tándem que hace con Elena Carrascal como impulsoras. Tiene a su equipo listo para adentrarse en un archipiélago de posibilidades y formas que está dispuesta a jugarlos de la manera más ecléctica. Creo que tiene muchas ganas, mucha curiosidad. Yo me muero de ganas de que veamos estas mezclas, este eclecticismo que me hace seguir creyendo en crear. 

-"¿Crees que ha cambiado el panorama andaluz de las artes?"

-"Sí. NO. Bueno sí… Yo viví unos 90s lleno de vida, era un momento de auge de las artes escénicas. Había muchísimo movimiento, las salas pequeñas, las creaciones...Ahora es cierto que hay mucha gente tratando de levantar cosas, gente emergiendo pero lo cierto es que cuesta mucho. Las infraestructuras están hasta peor."

Me habla de los 90s y siento eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor. "¿Hasta cuándo se siente esto?" -Me pregunto. 

Cuenta que está muy enfocada a la creación, que le encanta, le encanta acompañar, dirigir, contar cosas. Ama la palabra casi tanto como al movimiento. Por eso, Isabel no deja de leer, de recibir clases, de mirar, de revisarse. 

Me imagino la marca de la pared de casa su tía casi imperceptible y pienso en todo lo que ha movido y mueve Isabel en su carrera. México, Nueva York, Londres, Madrid, Sevilla…Ha abierto escuelas, ha mantenido escuelas, ha cerrado escuelas, ha formado a bailarines, bailarinas, nos ha inspirado a tantos otros y otras, nos ha hecho emocionarnos desde la dirección o desde su elegante y divertido movimiento, desde su presencia llena de vivencias. 

Comencé a bailar en una escuela levantada por Isabel (De esto me acabo de enterar en este café ) Paré de bailar y ahora intento disfrutar de la danza a través de alumnos de Isabel. No sé si creo en los ciclos o en la gente que deja rastro, que construye. En cada plié y movimiento nulo a la par que patético que hago, admiro a estos seres voladores, a los cuales la sociedad no deja de maltratar de manera casi impasible sin entenderlo como una educación física que debería de aparecer en el boletín de notas o en el telediario de las 15.30h sin calzonas ni botas de tacos. 

Admiro a los que nos recuerdan por qué estamos vivos si no es para mover la vida con nuestro andar. Siento que la danza no puede desaparecer nunca porque es lo que mide el pulso de nuestro respirar y lo que nos hace coger un poquito más de oxígeno. Mover nos permite hacer que la vida pase con  menos crueldad. 

Isabel es disciplinada, inquieta, inteligente y muy divertida. Me da la sensación de que se deja ser, se deja comenzar, se deja terminar, se deja mezclar y eso para mí es la libertad. Creo y deseo que el último baile siempre sea una proposición, un punto de partida donde seguir el ritmo de Donna Summer, El Fary, La Jurado o Beethoven. Espero y vuelvo a desear que ese último baile de Isa siempre esté por llegar.

Ha llegado el toque de queda, ahora el de las 18.00h, nos despedimos embozadas y voy camino al coche pensando si el camarero de Los Alcázares estará bailando ahora mismo en su casa. Entonces, siento que todos necesitamos bailar un poquito más.


Con Isabel en Mamá Inés a principios de marzo


ISABEL VÁZQUEZ
COREÓGRAFA- BAILARINA-DIRECTORA


 Fotografía: Alejandro Márquez
 Instagram: @marjimale



Comentarios

Entradas populares